Finale
Escribir
es apartarse, es desligar de la carne los apetitos de las supernovas. Los
arranques de escribir se someten a escrutinios en cada palabra derivada de un
estado de trance, donde la voluntad cede a la manifestación de los glaciares
herrumbrados, mientras Ray Charles canta Unchain my heart, liberando las
cláusulas del cerebro que se anuda en la frustración de los recién nacidos. Los
hijos nacen del cosmos, bajo la mirada de un ciego pionero del rock. Los hijos
nacen en blanco, cuando las manos son negras en el teclado de un conjunto de galaxias
que se rigen en materia oscura, en energía total de una música etérea con
golpes de la batería y trombones radioactivos. Ray Charles Baudelaire es el
dios africano que en un lugar del universo se sienta a pescar cometas,
meteoritos, estrellas fugaces. En ese devenir de las cosas fortuitas, instaura
un pensamiento zen para calcular el tamaño del vientre en la dimensión de la
piedra limada por la indiferencia del agua. Una biblia hecha de polvo cósmico,
antiguo planeta y nuevo planeta escritos en volcanes y en millones de años que
son un segundo. Una biblia que no dice nada para el límite del océano y su
campo de batalla de las bacterias humanizadas por los programas racionales de
la super producción en serie del arte de carcomer la propia carne. Escribir en
el fosco sonido de una nebulosa. Romper los tratados espirituales que enmudecen
en el alba, doblando las nucas de los animales mansos durante el frío batallón
de fusilamiento. Acabar con las ruinas, derrumbar los malls, volver a
levantar las ruinas y liberar a las lagartijas. Ray Charles no ha muerto, está
en Andrómeda regrabando sus discos, son nuevos instrumentos, nuevos sonidos,
pero es su misma voz. Dejar la cama tendida para renacer otro día. Escribir los
últimos juramentos del primer día, hace más de treinta años. John asesinado por
la sociedad. Jim naciendo en el desierto de Samalayuca. Tú naces, yo muero. Y
Copérnico, Galileo, Kepler, Newton, Doppler, Einstein, Hubble. Escribir la
interacción de las galaxias en la balada que no acaba con la muere, donde no
hay muerte, solo música. Yo estoy aquí, en efecto, así como estoy ahora,
escribiendo. Estoy aquí, escribo, ahora. Aquí. Escribo. Ahora. (6-12-19)