al borde de la noche todo es inútil
esas horas esas
largas horas tras los recovecos y las tumbas luminosas y los números de hoteles.
con la punta del dedo índice la penetrarás toda a la vez esta soledad claro
está espuma de las horas sudor de las horas mientras oyes que alguien se
masturba en la iglesia mientras se busca un lugar lleno de cipreses y mirtos
mientras el frío se pierde como un barco y el recuerdo se convierte en un arte
solitario. esas horas sucias donde pasan arroyos de pesares carretillas de
azucenas basura en tropel con sueños y autos deseos y los histriones de la
angustia las palabras. y algunos pasan por mis ojos de roca y de agua y otros
por mis ojos de planta y de sol. pero ya no sé si camino o viajo en microbús.
aquí la senda oscura donde un vendaval ácido arrastra la ambrosía luminosa
amedrentando los augurios. la noche es un simulacro y su sombra de viejos
edificios en las esquinas llaman los antros férvidos tocan claveles inflamados
nardos metálicos. mis pies crean palabras porque saben que estoy llegando. esas
largas horas solo palabras bajo los árboles negros. hay quienes beben el numen
silábico el mismo veneno que brama. otros arrastran sus ojos de zafiro en esos
abrojos con sus trémulas manos y esos despojos del fuego extinto. escucho tu
suspiro convulsivo gimiendo que me dice “a veces soñaba ese algo en las ondas
entumecidas ese algo en los recintos pardos”. el vacío me abraza ahora porque
tú así lo has querido pero ello puede ya ser pasado. este poema es pasado. solo
palabras donde tú no estás nada puede negar esto. nuestros ojos son inútiles
ahora y en la hora de nuestra muerte (lima, 30 de mayo de 1991)
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