“Me senté en una banca de la avenida
Colmena, la avenida del cloro eterno
como la llamaba un joven poeta que conocí y que terminó matándose arrojándose a
un tren en Buenos Aires. Yo estaba ebrio, sentado en esa banca, tranquilo,
deleitándome con el devenir de las cosas entre los noctámbulos, insomnes como
yo; quizás muy dentro de mí deseaba caer en ese devenir absurdo, siempre tuve
esa tendencia. Los minutos pasaban tranquilos hasta que una chica hizo su
aparición. Primero sentí su presencia atrás de la banca, luego sus pasos en
círculo, finalmente se situó frente a mí. Contra todo lo que se dice, yo no soy
una persona demasiada huraña. Por eso no me molestó que ella me tapase la
visión sórdida de la avenida. Levanté la mirada y me sorprendió lo que vi. Era
la muchacha más fea que había visto en mi vida. Sin decir nada, lo primero que
hizo fue invitarme un cigarrillo. Yo lo recibí atraído por alguna extraña
fuerza, estupefacto. Me lo puse delicadamente en la boca, sin quitar la mirada
a ese rostro verdaderamente grotesco. Luego ella sacó una caja de fósforo y lo
encendió. Noté que tenía vellos largos en el dorso de la mano. Temerosa la
muchacha, que tendría como unos veintidós años, se sentó a mi lado. Su pelo
negro, grueso y sucio, se le caía por la cara. ¿De dónde habría salido esta
criatura?, me preguntaba desde el fondo de mi borrachera. ¿Algún demonio, aún
desconocido para mí, me la habrá mandado?, buscaba una explicación.”
viernes, 9 de julio de 2021
Hotel Lima (2006)
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